La segunda edición de Revolución Iraultzarte convirtió la calle en un escenario vibrante donde el arte no solo se veía, se respiraba. Desde los primeros acordes de Txino Sounds, la jornada se llenó de ritmo y energía, marcando el pulso de todo lo que vendría después.

Hubo breakdance que encendió el asfalto, tatuajes en vivo que mezclaban tinta y conversación, y serigrafía en acción con las manos de Kánula dejando huella sobre papel y tela. Las intervenciones artísticas sobre las gateras sumaban color y mensaje, mientras un mural de graffiti en directo crecía ante la mirada atenta de vecinos y curiosos.

El mercadillo artístico se convirtió en un escaparate de obras frescas de jóvenes creadores, y la calle se transformó en galería, escenario y plaza a la vez.
La jornada culminó con batalla de breakdance, la entrega de trofeos y diplomas a los alumnos de El Cuervo Blanco, en un ambiente de fiesta compartida.

Lo que quedó fue más que un festival: un latido colectivo, una calle que por un día se convirtió en casa para artistas, vecinos y soñadores.